Algún día lo sabrán

Un día en la oscura noche en una aldea. Había una casa grande. En la casa había siete hermanas jóvenes y solteras, que tejían en sus telas. Las telas cantaban al tejerlas.
Golpearon la puerta. Los golpes eran muy fuertes. Y más fuertes  golpeaban. Y eran muchos.
 Las hermanas miraron por la ventana. Eran siete jóvenes desconocidos querían entrar a la casa. Las siete hermanas tenían miedo de abrir la puerta. “salimos a casar y  estamos perdidos” dijeron sus nombres. Necesitamos refugio por esta noche dijeron. “nuestros padres no están en casa” dijeron las hermanas. Vayan a otro lado. No podemos dejarlos entrar.
Pero los siete desconocidos repitieron: “a nadie se le niega refugio por una noche. Por una sola noche”.
“Ni siquiera pasaremos aquí la noche entera”  dijeron los hombres. Solamente queremos descansar.
Como saber si es verdad.
Entonces las hermanas tuvieron que abrir la puerta y los invitaron a entrar. A un cazador perdido no se le niega refugio. Y así debe ser.
Cuando un visitante llega  a una casa en la noche, hay que lavarle los pies y ofrecerle pasteles. Y así debe ser.
La hermana mayor ofreció a los invitados los bancos para sentarse. Y se quedo cerca de ellos mientras se sentaban. Los sietes hermanos se sentaron en forma extraña, acomodando hacia atrás una parte de su cuerpo sobre la que no querían sentarse.
Y cuando la hermana mayor los vio desde atrás, alcanzo a notar entre la espalda y su ropa se le notaba algo peludo y colgante, algo que los hombres no tienen.
Sin decir nada, aterrada, escapo por la puerta de atrás.
La segunda hermana les ofreció agua. Los visitantes le agradecieron como se debe agradecer y con manos grandes y oscuras, con manos extrañas, tomaron las tazas para beber. La segunda hermana tuvo miedo. Y sin decir nada, escapo también.
  La tercera hermana trajo el agua para que los invitados se lavaran los pies y se agacho junto a ellos pera ayudarlos a quitar las botas. Los invitados metían rápidamente sus pies en el agua, pero la tercera hermana vio los pelos largos, los pelos tupidos y negros que cubrían los  tobillos de los hombres que no eran hombres y tuvo miedo.
Sin decir nada, sin avisar a sus hermanas, se escapo también.
La cuarta hermana convido con pasteles, como se debe convidar a un visitante en la noche. Los invitados tomaron los pasteles con las dos manos y dejaron diez grandes agujeros en la crujiente corteza. Porque sus manos eran garras.
Espantada, la cuarta hermana dejo caer los pasteles al suelo.
“Porque tiraste nuestros pasteles de invitados”
La cuarta hermana quería escapar pero no pudo, quiso gritar pero  no pudo. Levanto los pasteles caídos y sonrió.
“Mis manos están cansadas de trabajar en el telar” les dijo.
Les alcanzo oro vez los pasteles y volvió a tejer.
Los siete jóvenes se sentaron y siguieron bebiendo agua, lavándose los pies y comiendo los pasteles, como debe ser.
El telar  se escuchar como una mujer llorando.
La cuarta hermana se acerco a las tres hermanitas menores, y de sus ojos caían lágrimas. Menores
Cuando las tres menores escucharon lo que la cuarta tenía  que contarles, también lloraron. Pero aunque caían lagrimas de sus ojos, ningún sonido se les escapaba de la boca, porque tenían miedo de que los siete extraño las oyeran. Entonces la más pequeña le dijo a la sexta que por ser mayor que ella tenía que pensar en un plan para salvarla. Y la sexta le dijo a la quinta que tenía que pensar un plan para salvar a las dos menores. Y la quinta le dijo a la cuarta que por ser mayor tenía que pensar un plan para salvarla a ella y  a sus hermanitas. Y la cuarta les hablo a las tres:
“Nuestras hermanas mayores escaparon sin decirnos nada, y nos dejaron en las garras de estos desconocidos”. No nos echemos la culpa entre nosotras y pensamos entre todas como salvarnos.   

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