shows de zombis
Una vez a un hombre le llego un sobre que decía para él ´´Sr. Gonzalo Ramos´´. La carta decía que Gonzalo había ganado el primer premio del concurso Nestlé: un viaje a Disneyworld para dos personas. El grito de alegría de Gonzalo hizo temblar los edificios de todo Santiago. Pero después resulto que dos pasajes eran mucho para él y pocos para toda su familia, no sabían quién viajaba y quién se quedaba. María, su hermana mayor, lloraba pidiéndole que la llevara, porque ella lo había ayudado a completar el juego. Y eso era bien cierto. Finalmente el papá decidió usar para el viaje el dinero que ahorraban para las vacaciones. Y la abuela los sorprendió con un regalo inesperado. Sus vecinos, que habían ido a Chile, les ofrecieron pasar unos días en su apartamento de Miami. Ahora toda la familia estaba allí, papa, mama, Gonzalo y María. Cuando llegaron entraron a Disneyworld y vieron la ciudad del futuro; en todo Miami también había muchas diversiones, fueron a ver a los delfines, las orcas del acuario y otras cosas más.
Antes de irse, la familia vio un letrero que decía que había un show pero no sabían de qué se trataba, pero decía el horario, la dirección y el nombre de la función. Era en la cafetería del barón: un lugar afuera de Miami. El espectáculo empezaba a las siete de la tarde. Iban en un Ford alquilado. La mama miraba el mapa, el papá se perdía en las salidas de las autopistas y los dos se peleaban bastante en el camino.
La cafetería estaba adornada con signos mágicos. Para llegar a la puerta había que atravesar un círculo de piedras y pasar juntó a un chivo colgado de la cabeza con sangre y pollos dispuestos de la misma forma, pero los animales eran de plásticos. La cafetería del barón no tenía alfombra en el piso, porque las mozas servían deslizándose sobre patines. Al fondo había un pequeño escenario con los amplificadores del equipo de sonido a los costados. Se sentía un olor raro, difícil de reconocer. También, como en Disneyworld, había turistas de todas partes del mundo, sobre todo familias con chicos. Pero apenas tuvieron tiempo de sentarse un hombre negro, alto, vestido con un traje negro empezó a hablar en un inglés muy raro. Decía:-soy el barón, soy el amo del las tumbas. El papá les explico que el acento raro sonaba como de Haití. Gonzalo se dio cuenta de que le daba miedo el hombre con ese disfraz. . Éste seguía diciendo:
_ Yo no sirvo a nadie, pero otros me sirven a mí. Mis esclavos, mis zombis, los convoco: con sus tambores, vengan aquí.
Dos hombres y una mujer aparecieron en el escenario trayendo dos tambores chicos y uno tan grande que había que empujarlo. Los hombres se movían lenta mente y había algo extraño en sus miradas negras vacías. Los párpados estaban pintados de blanco y las pupilas eran enormes.
Una camarera en patines les alcanzo cuatro vasos con agua con hielo.
_ Si sabia no venia_ dijo la mamá de Gonzalo, tapándose los oídos. _Esto es peor que una discoteca. Ya estoy vieja para aguantar ruidos tan fuertes.
El padre agregó: - - no me gustan los ojos de ese hombre, parece drogado. María Isabel le contestó:
_ Papá, tal vez son lentes de contactos, seguro es algún truco que pasan en el circo o por la tele.
Luego dos personas se levantaron como zombis, caminaron descalzos sobre carbones encendidos, se pincharon con agujas y se clavaron cuchillos sin que saliera sangre. Se aplicaron contra la lengua la brasa de un cigarrillo. Y comieron cosas asquerosas, como pedazos de vidrio y un limón con cascara.
La mamá de Gonzalo estaba molesta, el espectáculo le parecía desagradable y se quería ir. Pero justo entonces le trajeron la pizza, bien dorada, perfumada y deliciosa. El número siguiente fue inesperado y horrible. Mientras los tambores, tocados por los zombis, rompían todas las leyes de la música y los tímpanos de los espectadores, el barón Sandi volvió con un cerdo negro con las patas atadas y lo degolló en público. El animal se retorcía y gritaba mientras la sangre se juntaba en el recipiente de metal.
Unos turistas suecos se levantaron y se fueron. La mujer zombi entró al escenario, con movimientos torpes, trayendo a un bebe. Lo mantenía alzado por encima de su cabeza, con los brazos estirados, mientras la criatura lloraba a gritos.
_ Si eso es un bebe de verdad no me quedo ni un segundo más._ dijo la mamá. Pero resulto ser un muñeco y el llanto era una grabación. Bañaron al bebe en la sangre del cerdo negro y llamaron a una mujer brasilera, de una de las mesas. La hicieron bailar alrededor, moviéndose con mucha gracia. No se sabía si ella estaba poseída o bailaba sólo porque quería.
Los ayudantes retiraron el cadáver del cerdo del escenario. Los zombis volvieron a adelantarse. A un costado, pegado al micrófono, con un susurro que gracias al buen equipo de sonido sonaba como un grito, el barón seguía hablando.
Entonces un hombre se acerco a Gonzalo y le dijo:
_ No son hombres, pero tampoco son verdaderos zombis.
Parecía un mago que se hubiera decidido a explicar uno de sus trucos, mostrando cómolo que aparentaba ser magia no era más que rapidez de los dedos.
_Estos hombres recibieron los polvos mágicos y parecían muertos, como muertos fueron enterrados, y como zombis, desenterrados. Se los obligó a comer la pasta del olvido y ahora son mis esclavos_ continuó explicando. _Nadie teme al los zombis, sino que todos temen ser convertidos en zombis´´.
Mientras hablaba, los falsos muertos bailaban un numero de top dance, con los brazos colgando, las caras sin expresión. Después el barón anuncio que ahora sí les haría conocer a un verdadero muerto vivo. Pero agregó que había una sola manera de probarlo con seguridad. Entonces se hizo más fuerte ese olor raro que habían sentido al principio, al entrar a la cafetería. Y un muerto vivo apareció en el escenario. Le faltaban mechones de pelo y en ciertas zonas del cuero cabelludo le crecía una especie de moho verdoso. El animador invito a los espectadores a subir al escenario para inspeccionar bien de cerca al muerto vivo, y muchos lo hicieron. Se acercaban con espejos, para ver si l el cadáver respiraba y apareció un medico para comprobarlo.
Todos volvieron a sus lugares con miradas nerviosas. El barón Sandi, transpirando mucho, con el traje negro arrugado y la corbata torcida, empezó el nuevo conjuro. Afirmaba que solo el culpable sería castigado, el niño inocente se salvaría. La mujer poseída, que ahora parecía muy tranquila, empezó a mezclar unos polvos y líquidos en vasos transparentes. Dijo:
_Que pase el niño inocente.
Antes de que sus padres pudieran protestar, habían arrastrado a Gonzalo al escenario. Luego empezaron a golpear los tambores. El chico comenzó a tomar la bebida, pero no le paso nada.
La mujer agregó:
_ Ahora que pase el culpable. Pasó un hombre gordo, luego probó el líquido del mismo vaso de Gonzalo, y empezó a convertirse en un chivo. Primero le apareció una cola, después unos cuernos, y las manos se le transformaron en pezuñas.
Gonzalo nunca había visto transformaciones como ésa, ni siquiera en una película ni con el maquillaje y los efectos especiales. Esto era algo muy distinto: ver a un hombre convertirse en un chivo ahí mismo delante de uno. El telón cayo de golpe, el show había terminado. A la salida, los demás padres dijeron que era demasiado violento para los chicos.
Desde ese día, cada vez que Gonzalo se enojaba, su pie derecho se transformaba en pezuña, y le crecían muchos pelos largos y negros.
Dicen por ahí que ni siquiera un niño es del todo inocente.
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